De FIFA a FC: cuando el camino importaba más que el resultado

Hubo un tiempo en el que FIFA no era solo fútbol. Era una historia.
No una historia de marketing ni de estadísticas.
Era una historia de personas, de vínculos rotos, de decisiones incómodas y de segundas oportunidades.
Una historia imperfecta, limitada, pero profundamente humana.
Esa historia se llamó The Journey.

Por Matías Guala (@matias_guala)

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El primer destello: jugar sin poder quedarte

Mi primer contacto con FIFA 17 fue breve. Demasiado breve.
Fue en una Xbox, en la casa de otra persona. Me acuerdo con una precisión absurda: la escena del penal en inferiores, Alex Hunter acomodando la pelota… y el joystick quedándose sin pilas justo antes de patear.

Mientras el dueño de la consola buscaba otras, yo estaba desesperado.
No por errar el penal.
Por no poder terminar ese momento.

Jugué dos o tres partidos. Nada más.
Después me tuve que ir.
La cena estaba lista, la vida adulta una vez más insinuándome que los tiempos de “jueguitos” ya habían pasado hacía años.

No sabía todavía quién era Alex, ni qué historia cargaba, pero algo había quedado vibrando.
El camino se había pausado, incluso antes de comenzar.

Después vino el ciber.
FIFA 18.
Jugar de a ratos. Contra el reloj.
Con la angustia permanente de no poder guardar.

Semanas intentando llevarme el archivo del modo historia en un pendrive para no perder el avance, como si las emociones pudieran mantenerse suspendidas en un .zip.
Nunca pude.
Las restricciones del ciber lo impedían.

Era una historia que siempre se me escapaba de las manos.


Cuando el camino por fin fue propio (PlayStation 3)

El verdadero viaje empieza cuando consigo una PlayStation 3 usada.
Una de esas compras hechas con pocos recursos y mucha convicción.

No era la consola del momento.
No era nueva ni por asomo.
Pero era mía.

Ahí sí.
Por primera vez, el camino era propio.

Pude jugar FIFA 17, 18 y 19 completos. En orden. Sin apuro. Sin miedo a perder el progreso.
Volver, avanzar, detenerme, elegir.

Y algo cambió.
Ya no estaba “probando un modo”.
Estaba viviendo una historia.

Me fanaticé. De verdad.
Empecé a buscar entrevistas, detrás de escena, actores, detalles.
Les escribí por redes.
Y lo increíble es que respondieron.

La actriz que interpretó a Kim Hunter me respondió un mensaje.
Charlamos. Poco, pero real.
Durante un breve período, la línea que separa lo virtual de lo tangible pareció desteñirse, aunque fuera apenas un poco.

Y antes de que EA lo hiciera oficial, fue ella quien me confirmó que The Journey no iba a continuar.
Ahí sentí una mezcla rara: gratitud y despedida.

Ese fanatismo llegó incluso al mundo real:
me compré la camiseta del Real Madrid y le mandé a estampar Hunter y el 20, como correspondía al cierre del FIFA 19.

Puede parecer exagerado.
Pero cuando una historia te atraviesa, no se queda en la pantalla.


De dónde viene Alex Hunter

Alex no nace de la nada.
Nace con peso.

Su abuelo fue una leyenda del fútbol inglés, héroe de la Premier y de la selección.
Su padre, David Hunter, estaba destinado a seguir ese camino… hasta que una lesión temprana lo sacó del fútbol.

Ese retiro forzado lo quebró.
Y con la frustración vino la huida.

David se va a Estados Unidos.
Desaparece de la vida de un Alex muy pequeño, sin capacidad de entendimiento ni reacción.

Alex crece sin mentor, sin guía, con un apellido que pesa más de lo que ayuda y con una ausencia que nunca termina de explicarse.


Kim Hunter: la hermana que tuvo lo que Alex no

Kim aparece tarde en la vida de Alex, pero no desde el abandono.
Ella creció con el padre en Estados Unidos.

Tuvo acompañamiento. Formación. Disciplina.
Fue futbolista porque tuvo un mentor.
El mentor que Alex nunca tuvo.

Por eso el choque inicial.
Por eso el resentimiento.
Por esa sensación tan humana de: “vos tuviste lo que a mí me faltó”.

Con el tiempo, esa resistencia se rompe.
Y lo que queda no es competencia, sino familia.


Danny Williams y Gareth Walker: dos caminos opuestos

Danny Williams nunca fue el villano.
Era el compañero sobrador de la adolescencia. El que firmó antes.

Pero cuando Alex pierde una gran oportunidad europea por una mala gestión de su representante, Danny es el único que se queda.
Cuando los amigos del campeón desaparecen.

El verdadero quiebre llega con Gareth Walker.
El amigo de la infancia.
El que creció a tu lado.
El que, cuando despega, se agranda, te ningunea y te deja atrás.


Danny cuando todo se derrumba

Uno de los momentos más valientes de The Journey es mostrar a un jugador en caída libre.

Danny pierde rendimiento.
Come banco.
Es silbado.
Es agredido.
Está mal. En serio.

Y ahí el juego te pone frente a una decisión brutal, en el peor momento posible.

Alex está arriba, muy arriba:
a dos partidos de un campeonato importante,
a un paso del tan soñado pase al Real Madrid.

¿Seguís solo con Alex o ayudás a Danny a empezar de cero?

Si elegís a Alex, el camino es corto.
La consagración, la gloria y los fuegos artificiales llegan casi al instante.

Si elegís a Danny, medio juego se convierte en acompañarlo.
Y no se siente pesado.
Se siente justo.

Porque Danny fue el único que estuvo cuando todos los demás se borraron.


La confesión de Gareth y la última elección

Más adelante llega la puñalada final.
Gareth confiesa que estuvo cerca de Alex desde chico no por amistad,
sino por el apellido.
Por los contactos.
Por conveniencia.

Después, casi al final, el juego te da la última revancha: la final de la Champions.
Alex contra Gareth.

Y tras ganarle, el juego te ofrece una última decisión humana:
aceptar o no sus disculpas.

Yo elegí no hacerlo.

Alex se va al vestuario.
Y ahí están Danny y Kim, esperándolo.

Ahí entendés todo.


De FIFA a FC

The Journey terminó.
Después vinieron los sobres.
El casino.
La checklist.

Porque mientras The Journey tenía límites técnicos, tenía algo que hoy no se compra con sobres: empatía, corazón e historia.

Y después vino FC.
No como una evolución, sino como una mutación.

El fútbol dejó de ser el centro.
Los partidos pasaron a ser un medio, no un fin.
Un trámite necesario para llegar a lo verdaderamente importante: abrir sobres.

Sobres cada vez más cinematográficos.
Luces, sonidos, cámaras lentas, fuegos artificiales emocionales.
La promesa constante de que esta vez sí, algo grande va a salir.

Equipos que cuestan millones —de monedas virtuales o de dinero real—
y que en cuestión de semanas quedan obsoletos.
Jugadores que hoy son meta y mañana descartables.

Una rueda que no se detiene nunca, porque no está pensada para que te detengas.

Jugás para abrir.
Abrís para mejorar.
Mejorás para seguir abriendo.

El partido, ese acto sagrado que alguna vez fue el corazón del juego,
queda relegado a ser una excusa más del sistema.

No importa cómo jugás.
Importa cuánto acumulás.

Y ahí es donde algo se rompe.

Porque el esfuerzo, las horas, la dedicación genuina,
empiezan a valer menos que una tarjeta de crédito bien cargada.
El tiempo invertido ya no compite en igualdad de condiciones con el dinero real.

No es fútbol.
Es un casino disfrazado de juego de fútbol.

Y no hay nada más triste que eso para quienes alguna vez
se emocionaron con un modo historia,
con decisiones morales,
con vínculos,
con personajes que no podían comprarse en sobres.

The Journey tenía límites técnicos.
Tenía caminos cerrados.
Tenía elecciones simples.

Pero tenía algo que hoy no se puede lootear, ni comprar, ni tradear:
empatía.

Un camino.
Una historia.
Un sentido.

Y tal vez por eso molesta tanto mirar para atrás.
Porque nos recuerda que el fútbol virtual, alguna vez,
fue algo más que abrir sobres esperando suerte.

Fue sentir que jugar también podía significar algo.

Si querés ver la historia completa (aunque te recomiendo jugarla)

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Matías Guala (@matias_guala)

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