Por Leandro Chumbita (@leandro.damian95)
👋 Recuerdo que, cuando era niño, salir del colegio significaba una sola cosa: se venía uno de los mejores momentos del día. Por entonces, mi única responsabilidad era la escuela, y en mis ratos libres tenía dos pasatiempos que me hacían muy feliz: jugar al fútbol en la vereda y a los videojuegos en el ciber del barrio.
Me llamo Leandro Damián Chumbita, nací en el año 1995, y en esta nota quiero contarte cómo una computadora marcó mi infancia, me llenó de alegría, y terminó convirtiéndose en parte de mi vida adulta, tanto en el trabajo como en el disfrute.

Nunca me voy a olvidar cuando caminaba varias cuadras hasta el ciber, con la mochila medio abierta y las monedas bien contadas en el bolsillo. Hasta ahorraba de las golosinas en los recreos para poder jugar más horas en la PC. Al entrar, me recibía ese ambiente tan particular: muchas computadoras alineadas, algunas cabinas telefónicas al costado, y el murmullo constante de teclados y clics. No había café ni snacks, tampoco hacía falta. Las pantallas encendidas y los juegos bastaban para mantenernos ahí durante horas.
Mi vicio de cabecera era el Counter-Strike, GTA: Vice City, DOOM (entre otros), aunque a veces también me quedaba mirando cómo otros jugaban, esperando mi turno. No importaba si la conexión fallaba o si el mouse era de bolita: lo único que contaba era estar ahí, compartiendo esa experiencia con otros amigos que también habían encontrado en ese lugar su rincón digital.
Para muchos de nosotros, el ciber fue mucho más que un lugar con computadoras. Fue nuestra primera red social, nuestro primer LAN party, el primer lugar donde nos sentíamos parte de una tribu digital. Una puerta al mundo de los videojuegos, internet y el compañerismo geek, mucho antes de que existieran Discord, Twitch o el WiFi en casa.
🗒️ ¿Qué eran los cibers?
Antes de continuar con el relato, me veo obligado a comentar qué eran los cibers, por si alguien de una generación más joven que yo leyera este nostálgico artículo.
Entonces, para que quede claro de una vez: ¿qué es un ciber? Bueno, antes de que Internet fuera algo tan cotidiano como el agua corriente, existían los cibers o cibercafés: locales llenos de computadoras con conexión a internet, donde uno podía pagar por hora y navegar, chatear en el MSN, hacer tareas, bajar música del Ares… o, por supuesto, jugar videojuegos.
En Argentina, los cibers comenzaron a aparecer a fines de los ’90 y explotaron en popularidad en los 2000. Para muchos chicos y adolescentes que no tenían computadora o Internet en casa (incluyéndome), el ciber era la puerta de entrada al mundo digital. Se transformaron en puntos de encuentro, donde uno iba con amigos o hacía nuevos, esperando su turno para conectarse al mundo.
🕹 Cibers en Argentina: la puerta de entrada al mundo digital
A fines de los años ’90, mientras la mayoría de los hogares argentinos todavía usaban teléfonos fijos y televisores de tubo, el mundo empezaba a hablar del “internet”. En ese contexto nacieron los cibers, como una solución práctica para algo que parecía exclusivo: tener acceso a internet.
Las computadoras eran caras, y la conexión a la red todavía era por dial-up: lenta, ruidosa y muchas veces incompatible con hablar por teléfono al mismo tiempo. Entonces aparecieron estos locales que ofrecían algo revolucionario: una PC con internet por unos pocos pesos la hora, accesible para cualquiera.
Muy pronto, los cibers se volvieron parte de la rutina de miles de chicos, adolescentes y adultos. Estaban en todos lados: en el centro, en los barrios, al lado de escuelas, kioscos o locutorios. Cada uno con su propio estilo: algunos tenían cabinas cerradas, otros música a todo volumen, y los más avanzados ofrecían impresoras, escáneres, o incluso sesiones nocturnas de juego entre amigos.
En esos espacios se mezclaban mundos: gente que iba a hacer trámites o imprimir currículums, chicos que entraban al MSN Messenger por primera vez, y grupos de amigos que pasaban la tarde jugando Counter-Strike, Age of Empires o MU Online. Eran lugares de socialización, descubrimiento y comunidad.
☹️ Aquellos años de infancia entre teclados ruidosos, pantallas de tubo y partidas de Counter-Strike compartidas con amigos fueron mucho más que simples momentos de ocio. Eran pequeños rituales cotidianos donde el juego, la amistad y la tecnología se cruzaban en un mismo lugar: el ciber.
Pero, si hay algo que todas las personas tienen en común, son las etapas. A lo largo de la vida uno se muda, cambia de colegio, trabajo, conoce personas nuevas y otras dejan de estar. Esos momentos felices dejaron de ser parte de la rutina diaria.
Un día cerramos sesión en MSN Messenger sin saber que era la última vez. Un día jugamos nuestras últimas partidas de shooter en una LAN sin saber que no lo volveríamos a hacer, y así con un gran número de cosas.
Alrededor de mediados de los 2000, con la llegada masiva de los celulares con conexión WiFi y smartphones, todo empezó a cambiar. Ya no hacía falta salir de casa para conectarse o jugar en línea. Las familias comenzaron a tener su propia computadora en casa, con acceso a internet y dispositivos móviles que llevaban la conexión a todas partes.
Este avance tecnológico, que a simple vista parecía una bendición —y lo fue—, provocó que los cibers, esos espacios físicos donde tantos compartimos horas y risas, empezaran a ser menos concurridos. Lo que antes era un punto de encuentro y socialización se volvió, poco a poco, obsoleto.
No quiero que se malinterprete: es maravilloso que hoy cada persona pueda tener su PC o celular para jugar, estudiar o navegar cuando quiera. Pero la nostalgia de esos años donde la tecnología y la amistad se vivían en un mismo espacio físico, sin pantallas individuales ni distracciones móviles, es algo difícil de explicar a los niños de hoy.
Hoy, muchos de esos juegos, computadoras y locales ya no existen. Los cibers cerraron sus puertas, y con ellos se fue perdiendo no solo el hardware, sino también la historia digital que esos espacios guardaban y que formó parte de toda una generación. Juegos que marcaron una época, algunos incluso desarrollados en Argentina, corren el riesgo de desaparecer si no hacemos algo para conservarlos.
¿Qué pasa con esos títulos en disquetes, CDs o versiones instaladas en máquinas viejas? ¿Quién se encarga de rescatarlos? ¿Por qué es importante preservar lo que muchos ven como “sólo un jueguito”?
🧨 ¿Por qué están desapareciendo los juegos?
- Falta de respaldo profesional:
Muchos videojuegos independientes o comerciales hechos en los 90 y principios de los 2000 en Argentina fueron desarrollados por estudios chicos o personas individuales, sin políticas de resguardo ni copias archivadas. Se distribuían en CD, disquete o incluso como instaladores que venían con revistas. Si nadie guardó una copia funcional o el código fuente, ese juego se pierde para siempre. - Soportes frágiles u obsoletos:
Los disquetes se desmagnetizan, los CDs se rayan, los archivos se corrompen y muchos formatos de esa época ya no son compatibles con sistemas modernos. A eso sumale que muchos juegos requerían sistemas operativos antiguos como Windows 95/98 o DOS, y no corren bien en hardware actual sin emuladores. - Pérdida de documentación:
En muchos casos, no hay manuales, entrevistas ni registros de cómo o por qué se crearon esos juegos. No hay forma de saber el contexto ni la historia detrás. Eso también es pérdida cultural. - Desinterés institucional:
Salvo algunos esfuerzos puntuales de universidades o grupos independientes, el Estado argentino no tiene políticas activas de preservación digital de videojuegos. A diferencia de libros o películas, estos materiales no se conservan en bibliotecas ni archivos públicos por defecto.
📦 ¿Quién intenta salvarlos?
Por suerte, hay personas y comunidades que luchan contra ese olvido:
- Grupo de Preservación Digital, una iniciativa que busca recuperar software argentino antiguo y que colaboró con instituciones educativas.
- Gente de Argentum Online que subió versiones viejas del juego a GitHub para que no se pierdan.
- El Archivo de Videojuegos de Argentina, un proyecto más reciente, enfocado en compilar juegos hechos acá, incluso con entrevistas a sus desarrolladores.
- Museos y ONGs, como el mismo Espacio TEC, que recopilan juegos y computadoras de la época.
Como podrán ver, existe una causa muy real y necesaria. Preservar esos juegos no es solo salvar software: es salvar memorias, creatividad y parte de lo que fuimos. Mucho del software que disfruté en los cibers está desapareciendo lentamente. Preservarlo es preservar una parte de nuestra historia como país, como generación, como comunidad gamer y como cultura digital.
Mi intención con todo esto no es solo recordar con nostalgia una época que marcó mi infancia, sino también aportar mi granito de arena en una causa que considero urgente: la preservación de los videojuegos retro, especialmente aquellos que forman parte de nuestra historia local.
Quiero concientizar a quienes puedan entender el valor cultural, histórico y emocional que guardan estos juegos, y motivar a más personas a involucrarse, a compartir lo que tienen, a cuidar lo que aún queda. Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo va a hacer por nosotros.
Esta preocupación por la preservación no nació de un día para el otro. En momentos en que fui voluntario en el Museo de Informática ICATEC, descubrí no solo una gran colección de hardware retro, sino también un grupo humano de voluntarios apasionados que me enseñaron muchísimo y me hicieron sentir parte de una comunidad con un objetivo en común: proteger la historia tecnológica.
Caminar entre esas computadoras antiguas me transportó inmediatamente a los cibers de mi infancia. Ver monitores de tubo, teclados mecánicos pesados, motherboards antiguas y consolas olvidadas fue como revivir, aunque sea por un instante, aquellos años en los que todo era más simple y mágico. Esa experiencia no solo me llenó de recuerdos, sino que también reafirmó la importancia de conservar lo que fuimos.

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Leandro Chumbita (@leandro.damian95)